Buenanueva, sobre los abusos en la Iglesia: "El encubrimiento también es un delito"

En una entrevista con El Periódico TV, el obispo de San Francisco se refirió a la actitud de encubrimiento de la Iglesia en los casos de abusos sexuales y aseguró que trabaja para crear ambientes seguros para niños y personas vulnerables. También habló sobre las posiciones políticas del Papa Francisco.

Programas - Mano a Mano 01/07/2019

La charla con el obispo de San Francisco.

La Iglesia Católica vive desde hace tiempo una crisis por los casos de abusos sexuales denunciados, tanto a nivel internacional como en Argentina. ¿Qué está haciendo la institución sobre este tema?, ¿ha avanzado?, ¿qué pasa con la política de encubrimiento que ha tenido?

Sobre todos estos temas dialogamos esta semana en Mano a Mano con el obispo de San Francisco, Sergio Buenanueva, quien también habló sobre las lecturas que se hacen acerca de las posiciones políticas del Papa Francisco, y sobre su reciente viaje a Roma, donde llevó proyectos para la diócesis local. 

Uno de los temas de los que se habla mucho últimamente es la crisis de la Iglesia Católica por los casos de abusos. ¿Cómo evalúa esa situación?

Es una crisis que está impactando muchísimo. Personalmente creo que, en un primer acercamiento, es la crisis más grave de la iglesia en estos últimos 50 años, pero tal vez profundizando un poco más como lo están haciendo muchos, tal vez haya que estirar el tiempo mucho más atrás. Estamos hablando de una crisis que mina un valor fundamental de la iglesia que su autoridad moral, su credibilidad. Aquí en Argentina recién están comenzando a salir los abusos, porque la dinámica de los abusos, no sólo dentro de la iglesia, cuando las víctimas son menores o personas vulnerables es que es tardan tiempo en poder decirse a sí mismas lo que han vivido y sufrido. Es la credibilidad de la iglesia, sus ministros básicamente, sacerdotes, también ha habido obispos, han agredido sexualmente a víctimas, y la agresión sexual tiene repercusiones que van más allá de la propia sexualidad, es agredir a la identidad de las personas. La iglesia se viene haciendo cargo de esto con muchas fuerzas desde finales de los 80 y acelerando este último trecho con el Papa Benedicto y sobre todo con Francisco.

Sin embargo, sin duda ha habido una política de ocultamiento durante muchos años.

La crisis tiene dos dos facetas. Lo más grave es el abuso en sí mismo, la víctima que es agredida por un pastor, por un sacerdote. Pero el otro aspecto es que la Iglesia, los líderes, los obispos y otros otros responsables, no haber respondido adecuadamente y lo que significa en la práctica haber ocultado, haber encubierto. El abuso es un delito, el encubrimiento también lo es. Por eso en varias regiones del mundo varios dirigentes de la Iglesia, obispos, incluso cardenales, están siendo investigados y alguno ha tenido alguna sanción por no haber respondido adecuadamente. Son las dos caras de esta crisis enorme.

Usted tenido en Mendoza también algún caso. ¿Que análisis y que autocrítica hace?

Mendoza es una de las diócesis de Argentina que tiene casos más resonantes. El caso de el Instituto Provolo, que es un instituto de una pequeñísima congregación religiosa de origen italiano para acompañar a hipoacúsicos, allí se habrían dado abusos muy graves, es un espanto. Está ahora por comenzar el juicio de los sacerdotes y a un empleado laico, después hay dos religiosas y otros dependientes más. Antes, lo que más me implica a mí, yo siendo obispo auxiliar intervine en un caso de un joven que al final de los 90 fue agredido por un sacerdote. En ese momento yo no tenía conocimiento de la situación, después siendo obispo auxiliar casi diez años después hubo una demanda civil contra el Arzobispado. Yo reconozco que en aquel momento, 2010, mi intervención fue muy limitada. Hoy tengo un conocimiento del tema mucho mayor y puedo apreciar mejor los errores que cometimos. No era un caso de menores, era un adulto el que había sido agredido por este sacerdote, hoy es más claro que eso también constituye un abuso, de hecho las últimas normas que ha dado el Papa un mes y medio atrás equiparan al menor y el adulto vulnerable. Un adulto vulnerable puede ser una vulnerabilidad permanente, alguien que tenga alguna discapacidad profunda, o una vulnerabilidad ocasional, porque los sacerdotes recibimos personas en situaciones de vulnerabilidad constantemente en la confesión. Y si en vez de ayudarlo nos aprovechamos de esa situación...

La situación de abuso de poder.

Es que el abuso sexual en su núcleo más profundo es eso, es abuso de poder. Abuso de conciencia que en algún momento se convierte en una agresión sexual, o sea se erotizó una relación que no tendría que serlo. Es uno de los avances más fuertes que ha tenido la Iglesia. De hecho el Papa hoy cuando se refiere en sus intervenciones a los abusos utiliza esta expresión, abuso de poder, de conciencia, de abuso sexual, y lo califica de crimen, de delito. Porque eso también es una cosa importante, buena parte de este encubrimiento se debió a haber minimizado la naturaleza delictiva del hecho, y un delito que lo es para el mismo ordenamiento jurídico de la Iglesia y lo es para el ordenamiento de la sociedad, la Justicia. No es justificarse pero también la sociedad ha crecido en la conciencia de que toda forma de abuso sexual, a menores o no menores, la violencia de género, constituye un delito que tiene que ser tratado como tal, la Justicia tiene que intervenir. Eso ha sido un paso importante.

¿Qué cosas concretas está haciendo la Iglesia argentina en este tema? Sabemos que todavía una falta un registro de de las situaciones de abuso denunciadas con documentación y de los abusadores dentro de la Iglesia.

La Iglesia en Argentina ha ido dando pasos, algunos lo pueden juzgar, y tendrían razón, de lentos. Es una institución como un gran barco que tiene que empezar a girar ante un peligro y lo hace lentamente. La primera respuesta ha sido un acuerdo, unas líneas guía para responder a las denuncias. O sea cuando se dan los casos, cómo debe responder la Iglesia, porque eso es parte de la situación también, no estaban tan claras las normas canónicas. Los obispos las dejaban de lado. Aunque hay que seguir trabajando aquí porque los procedimientos canónicos todavía tienen muchos defectos en ese sentido. En eso estamos trabajando. El otro campo, que es en el que estoy yo más implicado ahora, es el de la prevención. Hemos armado un Consejo Nacional de Prevención, que está trabajando esta otra dimensión. Lo primero era responder a los siempre dolorosos y repudiables casos que se dan, pero el gran trabajo es que no se den. Entonces estamos intentando un trabajo en red con organizaciones de la sociedad civil que están en este tema. ¿Cómo prevenir? Eso significa estar atentos a dónde se dan situaciones de vulnerabilidad, posibles víctimas, estar atentos a posibles agresores. Por ejemplo en este capítulo se viene trabajando mucho en la Iglesia en Argentina, que es la mejor selección de los candidatos al sacerdocio y a la vida consagrada. Los seminarios han hecho más estricto el control de quienes ingresan, porque nos hemos dado cuenta que muchos de estos sacerdotes abusadores ha sido gente que nunca tendría que haber avanzado en la formación y menos aún ser ordenado sacerdotes, porque ya presentaban dificultades personales, emocionales, psicológicas que los predisponían para ello. Los psicólogos también dicen que es muy difícil detectar al abusador. Estar atentos a eso y sobre todo instruir a todos los agentes de pastoral. La Iglesia trabaja con niños, con adolescentes. ¿Cómo generar ambientes seguros? El trabajo de prevención de este tipo de delitos, no sólo en la Iglesia, también la violencia de género, sigue los mismos patrones de prevención. Abrir los ojos, hablar de este tema para que estemos todos atentos.

¿Entra en algún punto del celibato en este debate de la prevención?, ¿está en debate dentro de la iglesia?

Sí, obviamente tiene que entrar porque espontáneamente se pone sobre la mesa. Hay dos cosas que aparentemente son contradictorias pero hay que explicarlas bien. En sí mismo el celibato no es razón suficiente para explicar que un adulto que debería encontrar su adecuado compañero sexual en otro adulto lo busque en un niño, en un menor. El ser célibe no me predispone para eso. Pero la segunda afirmación es que el celibato puede convertirse en un grave factor de riesgo en personas con distintos grados de inmadurez, porque buscar a un niño o una persona vulnerable como compañero sexual indica una inmadurez muy profunda de la persona. Si yo admito alguien así en la vida consagrada, en la vida sacerdotal, le estoy inclinando el plano para que se desbarranque en ese delito como en otros. La sexualidad es central en la persona y la madurez afectiva para vivir plenamente la sexualidad hoy tiene dificultades que tal vez antes no había. En ese sentido la discusión sobre el celibato, cómo preparar mejor al cura célibe para vivir en un contexto muy complejo, muy agresivo, es una cuestión que está en la agenda de la Iglesia. La Iglesia hace un par de años dio las nuevas normas para la formación en los seminarios y la formación afectivo, sexual y la prevención de los abusos tiene un lugar muy importante.

¿En qué manera esto impacta en la credibilidad de la Iglesia y en la mirada que tiene la sociedad sobre la Iglesia Católica?

Impacta directamente. Yo siempre pongo el de Chile, que salió de la dictadura pinochetista con una iglesia que tenía un compromiso con los derechos humanos que no tuvo la iglesia en Argentina. Tenía el 80 por ciento de aprobación de la sociedad chilena, hoy tiene menos del 20 por la crisis de los abusos. Esto impacta directamente en la vida de la Iglesia, por eso el Papa Benedicto tiene un rol muy importante en haber revertido cómo la Iglesia encara esta crisis y sobre todo Francisco está trabajando fuertemente en esta dirección, y muchos estamos convencidos de que tenemos que ir. Yo no trabajo tanto para que la Iglesia recupere credibilidad, yo quiero trabajar para que la Iglesia sea un ambiente seguro para niños, para jóvenes, para personas vulnerables. La credibilidad va a nacer de ahí, pero sin duda que impacta muchísimo. Fuera de cámara hablábamos de la disminución de ayuda económica, por ejemplo de organizaciones de Europa que ayudaban a la Iglesia. En buena parte se debe porque la gente dice ante esta situación no voy a aportar.

Se habla mucho y se hacen muchas lecturas políticas sobre algunas posiciones políticas, y a veces no tanto, del Papa Francisco. ¿Cómo lee usted eso? Incluso hubo algunas escuchas telefónicas de dirigentes políticos cercanos a la oposición a este gobierno, al kirchnerismo, que dicen que tienen en el Papa un referente que podría unir un sector político alternativo al gobierno actual. 

Respecto a esto último creo que más una expresión de deseo de estos grupos, que tienen algún asidero en la realidad en este punto: Bergoglio, ya desde cura joven y tal vez desde antes, y sobre todo como obispo y ahora como Papa, tiene un un costado social y político. Bergolio es un animal político, y además lo ha dicho. La primera gran entrevista que le hicieron apenas elegido Papa lo formuló con absoluta claridad. Y en su documento programático que se llama La alegría del gozo del evangelio él dice hay que anunciar a Jesucristo poniendo el acento en la dimensión social que tiene ese anuncio, por lo tanto política.  Y lo vemos en sus opciones concretas. Hemos conocido estos días la foto terrible de ese papá y esa nena mexicanos que han muerto ahogados en el río. Y el tema de la migración, de la situación de los refugiados, de la trata, el poner en el tapete la cuestión de la pobreza y un sistema económico. Él dice esta economía mata. El Papa tiene una inquietud social muy fuerte.

No queremos dejar pasar también una inquietud que surgió en la comunidad respecto de los últimos alejamiento de sacerdotes y que no quedó muy en claro qué hubo detrás de esos casos.

En eso yo he sido muy firme en decir que las razones de fondo tienen que ver con la intimidad de las personas. No son delitos, eso lo quiero aclarar porque también lamentablemente estas cosas dan para que circulen informaciones falsas o rápidamente se cruce el umbral de la difamación. Son situaciones graves pero que han merecido, y esto sí lo quiero destacar, que el obispo con sus colaboradores evaluaran el desempeño de estos sacerdotes, vieran que era insuficiente, les pidiera la renuncia e iniciaremos con ellos un proceso de revisión personal como le puede pasar a cualquier persona en su vida, tener un momento de crisis.  Hubo un gesto fuerte, se les pidió la renuncia a los oficios pastorales que estaban cumpliendo, no han dejado de ser sacerdotes, los estamos acompañando en este proceso. 

Usted habla de situaciones graves graves hacia adentro de la iglesia, pero que no constituyen delito.

Exactamente, sí. Situaciones que tienen que ver con la idoneidad para cumplir el oficio pastoral. Entiendo la inquietud que ustedes tienen como muchos otros comunicadores de saber, es el oficio de ustedes, pero yo me siento responsable de salvaguardar la buena fama de las personas. Hay situaciones que tienen que ser mantenidas no ocultas, pero sí custodiar la buena fama de las personas.

Si se trata de la vida privada y no implica delito, es normal en una situación de crisis por abusos cuando se habla de situaciones graves y un sacerdote separado, es lo primero que suena, más en una institución que muchas veces ha ocultado.

Yo remarqué, pasado el primer cimbronazo, poder tener un encuentro con los periodistas, hablar hasta donde podía, porque para mí es muy importante poder tener este diálogo con ustedes. El periodismo cumplió un rol muy importante en la crisis de los abusos, molesto también porque no es no este cómodo que salgan a la luz estas cosas, pero necesario. Sin el rol del periodismo la crisis los abusos no hubiera tenido el curso que ha tenido. Pero acá no se trata de eso, se trata de inconductas que han lesionado la idoneidad de la persona, ellos lo han reconocido con mucha humildad y están haciendo ese proceso.

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